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Que apagar el juicio y comprender cuál es el aprendizaje, nos hace crecer y avanzar.




Vivimos en una sociedad donde todo parece requerir una opinión inmediata. Aprendemos a evaluar, a clasificar, a tener claro qué está bien y qué está mal, quién acierta y quién se equivoca. Sin darnos cuenta, nos volvemos jueces de todo: de los demás, de las situaciones, y especialmente de nosotros mismos.


Pero, ¿qué pasaría si por un momento apagáramos ese juicio?

No para dejar de pensar o de discernir, sino para hacer espacio. Para respirar. Para comprender.

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Porque el juicio nos encierra, nos limita a una sola interpretación. En cambio, la comprensión abre puertas. Nos permite ver más allá de lo evidente y preguntarnos: ¿qué hay detrás de esto? ¿qué puedo aprender de esta experiencia, incluso si no salió como esperaba?


En lo personal, este cambio de mirada nos transforma. Cuando dejamos de juzgarnos por lo que “deberíamos” ser y comenzamos a preguntarnos qué necesitamos, nos tratamos con más compasión. Y desde ahí, es mucho más posible crecer. No desde la exigencia, sino desde la conciencia.

En lo profesional, aprender a apagar el juicio permite relaciones más sanas, creativas y colaborativas. Nos volvemos menos reactivos y más receptivos. Menos preocupados por tener razón y más abiertos a construir juntos. Dejamos de ver los errores como fracasos para empezar a verlos como pasos, como parte del proceso.

Y en nuestras relaciones humanas, este cambio es profundamente liberador. Cuando dejamos de etiquetar a las personas por lo que hicieron o no hicieron, y en lugar de eso tratamos de comprender su historia, sus motivaciones o incluso su silencio, nace una forma distinta de conexión. Más real. Más empática.


Apagar el juicio no significa justificar todo, ni renunciar a nuestros límites. Significa no quedarnos atrapados en la superficie. Significa elegir conscientemente una mirada que busca el aprendizaje, no la condena. Y en ese acto, nos volvemos más humanos. Más sabios. Más libres.

Porque crecer no es acumular logros. Es aprender a mirar(nos) con honestidad, con paciencia, y con una intención profunda de avanzar. Y para eso, el primer paso muchas veces es este: apagar el juicio, y escuchar lo que la experiencia tiene para enseñarnos.

 
 
 

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