Todos los días se aprende algo nuevo
- Mercedes Castelló

- 15 nov
- 2 Min. de lectura
El primer año que viví en Barcelona, con 29 años, me sorprendió descubrir cómo amigos y amigas, muchos de ellos agnósticos, seguían manteniendo la costumbre de felicitar por el santo. Me parecía entrañable: era la excusa perfecta para recordar a alguien con un mensaje cariñoso.
También confieso que, en 22 años de matrimonio, casi nunca me he acordado de felicitar el San Pablo…
Y, para que este texto no suene a culpa de confesionario, mejor voy a lo importante...
He decidido recuperar esta tradición de una forma muy personal: felicitar el santo como excusa para investigar la historia y el significado de los nombres de la gente que aprecio.
Me he puesto un pequeño auto-reto: ir acordándome de amigos y amigas, buscar de dónde viene su nombre, qué figura hay detrás y qué aportó a nuestra historia compartida.
Y hoy empiezo con San Alberto.

Me he enterado de que hace referencia, sobre todo, a San Alberto Magno (1206–1280): fraile dominico y obispo alemán de la Iglesia católica, además de destacado teólogo, geógrafo, filósofo, químico y, en general, un auténtico polímata de la ciencia medieval. Tiemblen los currículums de hoy y las “soft skills” del LinkedIn…
A esto, súmenle que fue maestro de Santo Tomás de Aquino y una figura clave en transmitir el pensamiento de Aristóteles a sus alumnos y a su época. Un puente entre mundos: entre fe y razón, entre filosofía antigua y pensamiento medieval.
También trabajó en botánica y en alquimia, destacando por el descubrimiento del arsénico en 1250. En geografía y astronomía explicó, con argumentos sólidos, que la Tierra es esférica. Otro que hoy tendría debate asegurado con los terraplanistas…
Además, es patrono de quienes estudian ciencias. Así que, ya que estoy en modo tradición+historia+afecto, aprovecharé para pedirle por la estudiante de biología que tengo en casa, que seguro que a San Alberto Magno le caería especialmente simpática.
Un regalo extra de esta investigación ha sido ver cómo aparece la amistad en su obra y reencontrarme con esta frase de Cicerón:
“La amistad no es otra cosa que la armonía entre lo divino y lo humano, con buena voluntad y amor”.
En tiempos en que muchos de nosotros vamos fusionando nuestra comprensión científica con la humildad de la fe y la espiritualidad, me gusta pensar que sería una seguidora de San Alberto, que intentaría estar en sus formaciones… y que probablemente hoy sería uno de esos influencers de los que yo sería follower en Instagram o LinkedIn.
Hoy saludo a los Albertos/Alberts de mi vida, con muchísimo cariño. Gracias por lo que cada uno, a su manera, aporta a esta historia compartida.
Y sí, vuelvo a repetir la frase: todos los días se aprende algo nuevo.





Comentarios